viernes, 27 de agosto de 2010

la sombra chivata


Soy consciente de que la mayor parte de las visitas de esta página serán inexpertos buscadores consultando sobre la vida del asesino De la Cruz, Archibaldo o Roberto según atendamos a lo filmado por Buñuel o a lo escrito por Rodolfo Usigli. Pero no, aquí nos referimos al "ensayo" de un simple movimiento del brazo, un gesto más próximo al impulso que al tanteo experimental. Una silueta proyectada sobre la pared descubre los pensamientos de la mujer. La sombra, congelada por la cámara, se convierte en una declaración de intenciones insospechadas en aquel lugar y momento: la protagonista, asesina en potencia por acto reflejo, parece ignorante de sus íntimos deseos homicidas; la víctima, como es habitual, da la espalda al suceso; el fotógrafo, testigo ensimismado, compone el encuadre atendiendo al conjunto de la escena sin apreciar el detalle fugaz.

Me habría gustado que esta fotografía fuera analógica; me imagino a mí mismo en mi antiguo laboratorio con el papel sensible en la cubeta, viendo emerger lentamente la imagen teñida por la luz roja, asimilando gradualmente la escena y mi condición de testigo ocular, ciego en el momento del suceso.

Pienso ahora, mientras escribo estas líneas, cómo el cine ha tratado el carácter premonitorio de las sombras, tantas veces utilizadas para avisarnos de la inmediatez de un significativo acontecimiento... Jajajaja ¡Demasiadas películas! Y sin embargo, aún queriendo ser prosaico y dejar de lado cierta vocación poética expresionista, la sombra chivata sigue ahí. Sí, con toda seguridad este crimen es sólo una ficción pero cuántas veces, con más metafórica que mala sombra, ella dijo para sus adentros: "yo, yo...es que lo mataría".