viernes, 2 de septiembre de 2011

una de serie B


No sucede el descubrimiento por clarividencia perspicaz o adivinatoria. La señal está ahí puesta e impuesta. Interpretar su significado no requiere conocer las intenciones del creador, tantas veces embaucador y malintencionado. Sabe que de la convicción, ya sea por instruido conocimiento o profundo e irracional deseo, llega el avistamiento y sabe también que el descubrimiento siempre es posible cuando se camina por el reino de Serendippo.



La señal era tan precisa y evidente que ninguno se atrevió a hablar de descubrimiento aunque para todos ellos aquella visión era absolutamente novedosa e inesperada. Nadie postuló con firmeza un principio absoluto; las incertezas permitían sólo conjeturar.

Una opinaba que aquel aspecto viscoso era propio de algún tipo de gastrópodo. Otra hablaba de una espectacular secreción de masa mucosa, una nueva señal en forma de esputo. El tercero veía en aquella gelatina los traslúcidos y titilantes postres con sabor a frutas que preparaba su madre. Fue éste último quien, tanto por curiosidad como por agua en boca, decidió alargar su dedo para tocarlo/la.




Tan pronto el dedo áspero rozó la gélida masa, ésta dio un inesperado brinco, ergo sobresaltó, y todos echaron a correr hacia esa imprecisa dirección que nos hace mover en círculos. La carrera se prolongó lo necesario para parecer interminable y la trayectoria circular fue acortando su radio hasta no poder distinguir entre los perseguidores y los perseguidos.

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